Legalizar o no legalizar la venta de cannabis

Lo más grave del consumo de cannabis es el daño que causa a la integridad psíquica de los jóvenes. Se ha comprobado que el consumo crónico empeora el aprendizaje y la velocidad de procesamiento de la información.

Fuente: ElMundo.es    Autor: Manuel Gurpegui    Fecha: 2023-05-04

Legalizar o no legalizar; esa es la cuestión. En el Parlamento español ya se han rechazado varias proposiciones de ley para legalizar la venta de cannabis. Quienes lo proponen incluyen la consideración del “cannabis terapéutico” o el “uso medicinal”. Las hojas (marihuana) o la resina (hachís) de la planta Cannabis sativa incluyen multitud de compuestos químicos; los más relevantes son el 9 -tetrahidrocannabinol (THC), tóxico para el cerebro y la conducta, y el cannabidiol.

Un influyente artículo científico de 2010 llevaba por título “efectos opuestos del THC y el cannabidiol sobre la función cerebral humana y la psicopatología”. El cannabidiol ya está comercializado como producto farmacéutico (Epidyolex) para tratar ciertas variantes de epilepsia. Incluso la mezcla de THC y cannabidiol (Sativex) está disponible para tratar la espasticidad en la esclerosis múltiple.

Un grupo de investigadores suecos, del Instituto Karolinska, publicaron un metanálisis en 2022 en el que no encontraron diferencias significativas entre cannabinoides y placebo para reducir la intensidad del dolor (dolor neuropático, esclerosis múltiple y otras dolencias); es decir, no se pudo demostrar que el cannabis fuese eficaz para paliar el dolor. Así que considero una falacia proponer legalizar algo que ya es legal. Otras sustancias con potencial adictivo, como opiáceos y anfetaminas, también están disponibles para indicaciones terapéuticas.

No obstante, el meollo de la cuestión está en legalizar o no el comercio de cannabis para usos “recreativos”. Reconozco que la propuesta “integral” rechazada por el pleno del Parlamento en su reciente sesión del martes 21 de febrero, al leerla de manera ultrarrápida el viernes previo tuvo sobre mí un inicial efecto persuasivo en mi descanso campestre, aunque en la mañana del sábado caí en la cuenta de que esa nueva ley aportaría más beneficio que daño en el país de las maravillas, pero no en la España de 2023.

¿Cuáles serían las ventajas de aprobarla? La primera ventaja sería cortar el grifo a todo un mundo marginal que mantiene en activa vigilancia a numerosos efectivos de la policía y la guardia civil -necesarios en otros destinos-, haciendo que esa actividad de comercio ilegal dejara de ser económicamente rentable. También se obtendría la correspondiente recaudación, pagada por unos nuevos actores económicos, grandes compañías que, bajando los precios, hundirían a los pequeños productores.

La magnitud del nuevo negocio se puede deducir del valor de capitalización de algunas nuevas compañías: la estadounidense Cureleaf, creada en 2010, por encima de 2.500 millones de euros; la canadiense Canopy Growth, establecida en 2014, por encima de 1.000 millones. En 2023, el país de las maravillas no es Estados Unidos ni es España. Estados Unidos tiene la prevalencia de los llamados trastornos mentales comunes más alta del mundo.

En España, según la encuesta EDADES 2022, una importante proporción de personas entre 15 y 64 años (siempre más varones que mujeres) se han dado atracones de alcohol en el último mes; las cifras de quienes fuman tabaco a diario no se consigue que bajen; y el 2,8% consume cannabis a diario. Por no hablar de la adicción a Internet y de las conductas sexuales de riesgo, incluida la violencia sexual. Desde la perspectiva de la salud pública, ¿está la sociedad española, y en particular los jóvenes, en condiciones de ser expuestos a mayores riesgos para su salud?

Junto a la enorme cantidad de dinero que el Gobierno español, amplificado por los mass media, dedica a favorecer “nuevos” estilos de vida totalmente ajenos -e incluso contrarios- a la salud de la población, ¿cuánto dedica a promover lo que los epidemiólogos han dado en llamar “los determinantes de los determinantes” (culturales, educativos) de las conductas saludables? ¿Qué hacen los gobernantes regionales y municipales para reducir la demanda de sustancias nocivas? ¿Qué hacen los agentes culturales y los del entretenimiento? ¿Qué proyectos de vida, en los que merezca la pena invertir esfuerzo, proponen como deseables y alcanzables, opuestos a la deriva autodestructiva?

Frente a las aparentes ventajas, están los inconvenientes de una eventual legalización. Los efectos dañinos del consumo de cannabis, a corto y largo plazo, están repetidamente demostrados. La directora del NIDA (Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas, del Gobierno estadounidense) y sus colaboradores los detallaron en un artículo del New England Journal of Medicine, publicado en 2014 con el título “Efectos adversos del uso de marihuana sobre la salud”, que van desde la bronquitis crónica hasta la reducción de logros en la vida. Y se le atribuye una relación de causa-efecto.

Lo más grave del consumo de cannabis es el daño que causa a la integridad psíquica de mucha gente y en especial de jóvenes. Se ha comprobado que el consumo crónico empeora el aprendizaje y la velocidad de procesamiento de la información; y el cociente intelectual se reduce en 5,5 puntos desde el comienzo de la adolescencia hasta la edad de 45 entre los consumidores, a la vez que mengua el volumen del hipocampo, que es el sustrato cerebral de la memoria a largo plazo. A lo largo del tiempo, también reduce la iniciativa, el esfuerzo y la persistencia.

El riesgo de desarrollar un trastorno psicótico se multiplica por 1,4 si se ha estado consumiendo cannabis en alguna época de la vida y por 3,4 si se ha adquirido dependencia de cannabis. Y ese riesgo es mayor si el consumo es a una edad adolescente, si es diario o casi diario y si hay antecedentes de psicosis en la familia, y también en quienes tienen una conocida variante genética. Hay evidencia de asociación significativa entre el consumo de cannabis en la adolescencia y la depresión, los intentos de suicidio e incluso la muerte por suicidio en la edad adulta.

Los residentes de Estados norteamericanos en los se ha legalizado el uso “recreativo”, en comparación con los de otros Estados, tienen las tasas más altas de consumo de marihuana y tienden a creer que es beneficiosa y que su humo es menos dañino que el del tabaco. Al comparar unos Estados con otros, se apreció un 25% más de aumento en trastornos por uso de cannabis entre adolescentes. Se ha observado que, cuanto menor es el riesgo percibido, mayor es el consumo.

Tras la legalización, en Uruguay aumentaron las lesiones por accidentes de tráfico entre 2013 y 2019. En definitiva, las autoridades deben promover activamente la salud de su población y tomar las medidas para evitar los previsibles daños. Y más ahora, cuando estamos ante una de las peores crisis de salud mental entre jóvenes. Además de impedir en lo posible la oferta de sustancias dañinas, hay que promover que la gente disminuya la demanda; lo primero no debe ocultar lo segundo.